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SíMBOLO DE
LA FELICIDAD

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Por: Laura Valentina Franco Segura

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Fundada hace 50 años, el 15 de diciembre de 1974 fue la primera vez que los bogotanos se subieron a sus bicicletas y emprendieron una ruta de veintiún kilómetros. A lo largo de la carrera séptima y la trece, entre la Avenidas Chile y Jimenez, cinco mil personas estuvieron promoviendo la importancia del uso la bicicleta como sistema de transporte. Ahora, para 2024 todos los domingos salen millón y medio de bogotanos. Por esto, Jaime Ortiz la define como un “símbolo de bogotá”, un espacio gratuito al que todos pueden acceder, en el que todos son iguales y en el que todos son felices.

 

Jaime Ortiz Mariño es un arquitecto que inicio sus estudios en la Pontificia Universidad Javeriana y los termino en Case Western Reserve University en Cleveland Ohio que, junto con Fernando Caro Restrepo y Rodrigo Castaño Valencia crearon Procicla, una fundación independiente, sin ánimo de lucro, que tiene como objetvo  promover el uso de la bicicleta en las ciudades. Con Procicla y la anuencia de la Secretaría de Tránsito y Transporte nació lo que hoy se conoce como la ciclovía institucionalizada por el Estado en 1976.  Su objetivo es “promover la apropiación y ocupación inteligente del espacio público, con el fin de mejorar la convivencia, la cohesión social, el respeto, la vida en familia y la salud física y mental de la población”. Según dice el Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD).

Imágen tomada por: Angel Franco

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¿Cómo surgió la idea de Procicla?

Tuve la fortuna de vivir del 66 al 70 en Estados Unidos, cuando la sociedad americana estaba en un proceso muy interesante, cuando la juventud empezó a actuar públicamente, cívicamente para debatir la realidad de la cultura americana: los derechos civiles de las minorías, la lucha de los negros, el movimiento de la liberación femenina, además del gran cambio cultural y artístico que fue el rock and roll. Había un hecho que era la guerra de Vietnam que produjo la “crisis de las sociedades americanas”. Para ese entonces se desarrollo migración de los centros de las ciudades a los suburbios y se consolido lo que es hoy la vida de los americanos, vivir en los alrededores de las grandes ciudades desplazándose hacia ellas en carro.   

Al volver a Bogotá me encontré con que estábamos copiando ese patrón, pero para una realidad totalmente distinta. El automóvil no era antes ni es hoy el instrumento más numeroso de movilidad para la gente, la mayoría se mueve en bus y la minoría en automóviles. Diseñar una ciudad como si todo el mundo se moviera en carro era absurdo.  

En Colombia la bicicleta tiene una trayectoria gigantesca. En el siglo XX fue más numerosa que los automóviles, pero nadie la veía, nadie le invertía, pero eso hizo que el ciclista fuera un hombre muy fuerte, era una persona que se movía en las ciudades y en el campo contra todo.  

Imágenes cortesía de: Jaime Ortiz

Fotógrafo: Fernando Caro Restrepo

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Primera ciclovía
15/12/1974

¿Cómo fueron esos primeros pasos de creación? 

Cada colombiano cuando se despierta ve una montaña y es así como se nos ocurrió pasar esas montañas y así entramos a ese periodo glorioso del ciclismo como deporte. En el 74 empezamos a hablar del espacio; decíamos “¿qué compone la bicicleta?: el usuario, el ciclista, el instrumento tecnológico, todos los tipos de bicicleta. ¿Pero, el espacio?” Así que contribuimos a una estrategia que comenzó por utilizar temporalmente espacios que no estaban diseñados para ese efecto. Llegamos a la conclusión de que la Ciclovía podía ser el primer paso en firme, ¿por qué? Sabíamos que las bicicletas estaban en todas partes, en cada garaje, todo el mundo había tenido de niño una bicicleta. Decidimos usar espacios existentes y así contribuir a que la bicicleta tuviese visibilidad y también a que las generaciones se miraran a sí mismas y se dieran cuenta de que podían recorrer toda una ciudad y también verla desde una perspectiva distinta porque uno en cicla y en pantalón corto es igualito a todos.  

¿Cómo se volvió parte del Estado la idea de Procicla? 

Después de las dos oportunidades que tuvimos desde Procicla para cerrar las calles de Bogotá, el 15 de diciembre del 74 y el 12 de octubre del 75. La administración del alcalde Luis Prieto Ocampo decidió a través de la Secretaría de Tránsito hacer un estudio de ciclovías que dirigió el coronel en retiro Luis Enrique Larrota. y que tuve el honor de asesorar. Este estudio le recomendó a la ciudad asumir la responsabilidad sobre el tema de la bicicleta y particularmente identificar que la ciudad necesitaba ciclorutas, ciclopistas y ciclovías de carácter temporal. Se hicieron los decretos 556 y 567 el 7 de junio del 76, y con esos decretos se inicia el proceso de la responsabilidad del Estado en hacer funcionar las ciclovías. En 1981 la ciclovía paso a manos del alcalde Augusto Ramírez Ocampo y después de casi veinte años, en 1995 la ciclovía dejó de ser administrada por la Secretaria de Tránsito y ahora sería el IDRD quien estaría a cargo y ahí está muy bien, funciona a la perfección. 

Imágenes tomadas por: Laura Valentina Franco Segura

¿Cómo crees que la sociedad actual percibe a la ciclovía? 

La ciclovía siempre ha estado allí, la hace la gente, la hacemos los bogotanos. Fue un éxito desde el principio porque sabíamos que la gente iba a salir. Nadie se ha atrevido en cincuenta años a cerrarla.  

La ciclovía es el aula al aire libre más grande del mundo porque estamos aprendiendo, estamos adquiriendo formas de relacionarnos distintas. En ella vemos hay civismo, cordialidad, la gente está pendiente de los demás, alguien se cae y todo el mundo va, hay una actitud distinta hacia las personas y la ciudad. 

¿Cómo afecta la ciclovía a la ciudadanía? 

Yo siempre tuve la convicción después de haber visto sus primeros pasos y su evolución, que habíamos logrado que la ciudadanía se apropiara de ella y contra eso no hay nada. Hoy sigue siendo un espacio que nos identifica a todos, todo el mundo se siente parte de ella y la imagen sigue viva, sigue presente.  

Cada vez que salgo a la ciclovía y miro a la gente todo el mundo está feliz. Es un espacio neutral donde todo el mundo se siente bien. No hay ningún tipo de lenguaje excluyente o negativo hacia nadie. Es emocionante ver como desde los niños más chiquitos hasta los viejitos todos participan felices del mismo espacio.

En diciembre se cumplen cincuenta años desde que nuestro símbolo nacional, la bicicleta, permitiera que todos los domingos los bogotanos salgan a las calles y disfruten de un ambiente amigable, igualitario y recreativo que no solo contribuye a nivel personal en la medida en que nos ejercitamos si no también en lo social, en compartir e interactuar con el otro, rompiendo las barreras y poniéndonos en común.  

La definición de felicidad en Bogotá es un domingo en la ciclovía. 

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